miércoles, 13 de febrero de 2008

Contradicción

I
Era previsible. En realidad, lo mío es coherencia. Chico es una de las personas menos interesadas por su apariencia física que conocí jamás. Durante la primera cita, me explicó que no es propietario de ningún par de medias del mismo color. Es de los que creen que usar acondicionador en el pelo convierte a un muchacho promedio de inmediato en metrosexual. La ropa no es para él una manera de expresarse, sino algo que uno se pone encima para salir a la calle. O, mejor dicho, es una manera de expresar que la ropa no le interesa para nada.
II
Pero Chico no es un ermitaño ni es un geek que trabaja escondido bajo una cáscara de nuez. Tiene un trabajo serio y se reúne con gente importante para resolver cosas que inciden en la vida de otra gente. Tiene una vida social intensa: recibe invitaciones a cócteles a los que asiste con el pelo revuelto y remeras arrugadas estampadas con una propaganda de cerveza hondureña.
III
Aunque teóricamente sé apreciar la diferencia, yo lo miro y es Pierce Brosnan vestido de Bond, George Clooney en la entrega de los Oscar. Pero yo no cuento: muero por él, y comprendo que el mundo no tiene por qué opinar lo mismo. Que las primeras impresiones, nos guste o no, dicen algo a los demás de nosotros, y que muchas veces dicen cosas equivocadas.
IV
"Las mujeres queremos casarnos con el Che Guevara y luego afeitarle la barba". Tiempo atrás, cuando escuché a Maitena hacer esta afirmación, me indigné: "¿de qué habla esta mujer? yo nunca voy a ser así", pensé enseguida. Pero, entonces ¿por qué cada vez que paso por el negocio que está debajo de casa estoy tentada de comprarle a Chico unas remeras de colores firmes? ¿O de sacarlo a comprar unas zapatillas de apariencia decente?
V
Y ahí entran las contradicciones. Si a mí Chico me enamora así, si con su personalidad le alcanza para conquistar a todo el mundo con tan poca dificultad como lo hizo conmigo. Si tiene la seguridad suficiente como para no tener que disfrazarse de nada ¿por qué me hago problema? O mejor dicho ¿Quién tiene el problema?