I
Hoy descubri una palabra que no conocía, pero que enseguida comprendí. Se usa para explicar el vínculo solidario que tenemos las mujeres entre sí. La sororidad es eso que hace que suframos con la otra. Resume, creo, la mejor parte de tener hermanas. Creo, digo, porque no tengo hermanas y nunca me interesó tener. Yo tengo hermanos. Cuatro. Y amo tener hermanos.
Hoy descubri una palabra que no conocía, pero que enseguida comprendí. Se usa para explicar el vínculo solidario que tenemos las mujeres entre sí. La sororidad es eso que hace que suframos con la otra. Resume, creo, la mejor parte de tener hermanas. Creo, digo, porque no tengo hermanas y nunca me interesó tener. Yo tengo hermanos. Cuatro. Y amo tener hermanos.
II
Con mis hermanos casi nunca hablo de hombres. Lo de Chico fue una excepción. Yo recién lo conocía, y me sentía abrumada porque todo iba muy rápido y aterrada por la idea de que pasara algo malo. Recurrí a uno de mis hermanos, al que llamaremos el Básico. Mi hermano el Básico es muy básico, como un hombre sin adornos. Simple, seguro, práctico, y contento de ser así. Le terminé contando de casualidad: él había venido a casa a ver un partido que su operador de cable no transmitía. Habíamos pedido empanadas. Ese día yo estaba angustiada, a punto de llorar no sabía bien por qué, y en mi departamento no hay mucho espacio para andar escondiéndose.
Me preguntó qué pasaba y le conté.
Entonces el Básico me dijo:
-¿Cuánto hace que lo conocés?
-Y… tres semanas.
El Básico resopló. Mordió una de carne cortada a cuchillo y me dijo:
-Vos no podés poner todo en una relación de tres semanas, Alicita. Puede ser un loco peligroso. Puede tener tres novias que están de vacaciones hace tres semanas. Vos tranquilizate y viví lo que tengas que vivir. Pero si no funciona, no pasa nada. Sólo son tres semanas.
III
Créase o no, me tranquilizó. Al menos dejé de llorar. Cuando, tiempo más tarde, se enteró la mujer del Básico, mi cuñada, se sorprendió mucho de que yo lo hubiera elegido de consejero. Pero la perspectiva masculina desdramatiza, y eso me ayuda. Pasó el tiempo y me volví a angustiar: entonces yo ya sabía lo que quería y Chico no mostraba ese entusiasmo avasallante del principio. Mis amigas no podían hacer otra cosa que angustiarse conmigo. Esta vez no fui tan radical: hablé con mi hermano el Preparador Físico (PF). PF es cínico, ácido, desconfiado, pero es mucho menos básico, y por primera vez en su vida hoy está enamorado y feliz. Un domingo después del almuerzo famliar, PF me recomendó que hablara con Chico y le dijera lo que quería: “El necesita escucharlo” me dijo “y vos necesitás dejar de hacerte la boluda con lo que sentís”. Le hice caso.
IV
Pero los varones son expeditivos, y muy efectivos en dejar atrás lo que no funciona. Pasaron un par de semanas y ellos ya asumen que tengo que estar bien. Ahora es mi cuñada la que llama para ver cómo estoy y para que vaya un martes cualquiera a cenar a la casa de ella y el Básico. Cuento con ella, como cuento con mis amigas, que aunque estén casadas y con hijos viven lo que me pasa como si fueran solas otra vez. Pero cómo explicarles a mis hermanos que, después de unos días de sentirme relativamente en paz, hoy me despierto extrañando a Chico con un dolor tan intenso como si nos hubiéramos separado esta mañana. Le llego a contar al Básico y me manda una ambulancia o, mejor, un patrullero de la Federal. Es que hay vínculos que son irreemplazables, y hay sentimientos que –por más buena voluntad que ellos pongan - nunca les podremos hacer comprender.