
Como sucede la mayoría de las veces, El Hombre De Mi Vida (EHDMV) está casado con otra. En realidad no está casado, pero sí vive desde hace años con S., amiga de la infancia de E., quien a su vez es una de mis amigas más cercanas. S. es una linda chica, pero tiene una voz irritante, es demasiado alta y se viste muy mal, y se distingue en su grupo de amigos por su carácter difícil y sus pocas pulgas.
II
EHDMV y yo nos vemos dos o tres veces por año en fechas fijas: el cumpleaños de nuestra amiga en común o del marido de nuestra amiga en común. Sin ser el chico más lindo de la cuadra, EHDMV es muy guapo, pero para darse cuenta hay que mirarlo por segunda vez. Tiene un trabajo creativo y apasionante, de esos que todos los niños sueñan hacer de adultos; tiene una media sonrisa ladeada, pícara, casi de atorrante, pero con la irascible S. es un novio abnegado y atento. Tiene, también, un gusto exquisito en música, leyó muchos libros que yo leí, y nos gustan los mismos directores de cine. Cada vez que nos ponemos a conversar, dice cosas inteligentes o bien cosas que se me podrían haber ocurrido a mí, o que me hubiese gustado que se me ocurrieran. A pesar de que nos vemos muy poco, recuerda detalles de mi vida, y pregunta cómo andan mis cosas con un interés que no parece fingido. Yo, groupie nerviosa, respondo con monosílabos, y si su novia está cerca trato de dar por terminada la conversación lo antes posible.
III
La otra tarde iba en un colectivo que no suelo tomar cuando vi que EHDMV caminaba apurado por la vereda. El colectivo se detuvo y él subió. Me vio mientras sacaba boleto, y con ladeada sonrisa pícara avanzó por el pasillo hasta donde yo estaba. Me saludó con un beso, comenzamos a hablar y la chica que estaba junto a mí le cedió su lugar para que se sentara al lado mío. Durante unas treinta cuadras, EHDMV y yo hablamos de los trabajos de cada uno y luego de nuestra amiga en común. En realidad, hablaba él, porque la mayor parte del tiempo yo me la pasé sonriendo como una mona lisa embalsamada. No mencionó a S. y yo tampoco pregunté por ella. Nos despedimos hasta el próximo cumpleaños: al bajar del colectivo, el corazón me latía a toda velocidad.
IV
No me atrevo a fantasear con que S. lo abandone a él o viceversa: mi amiga E. (que sabe de mi devoción y se divierte mucho con ella) dice que si ella y él se separasen y yo lograra conquistarlo, S. vendría a buscarme donde quiera que yo estuviese para arruinarme la vida, o directamente molerme a trompadas. La opción que más me convence es que él quede viudo, pero para eso ella tendría que morirse y, si esto ocurriera, la culpa por haberlo deseado o haber al menos jugado con la idea sería tan grande que -estoy segura- me impediría ser todo lo feliz que estoy destinada a ser con él para siempre.
V
De todos modos, hace tiempo que descubrí la verdadera razón de mi timidez frente a EHDMV: no es miedo a que se note que muero por él. El miedo real es a hacer la pregunta equivocada, obligarlo a que diga una estupidez que rompa el hechizo y entonces él deje de ser el hombre insosteniblemente perfecto que yo creo que es. Aún con su mal carácter y sus poco felices elecciones de colores y estampados, S. debe padecer manías de EHDMV que yo desconozco: tal vez él sea de los que olvidan levantar la tapa del inodoro, se deje los zoquetes puestos a la hora del sexo, arroje la toalla mojada sobre la cama después de bañarse, o tal vez –horror de horrores– EHDMV sea un secreto admirador de los berretas programas televisivos de baile en el caño.