I
Cuando me dicen un piropo en la calle, un piropo guarango o uno tierno, me agarra un ataque de risa. Por lo ridículo de la situación, por el ingenio del piropo en sí, o porque me da vergüenza. Hago todo el esfuerzo por disimular pero, a la media cuadra, de tanto contenerla, me sube desde el estómago una carcajada. Tampoco sé recibir piropos o elogios en otras circunstancias. Antes me molestaban, ahora al menos los agradezco, aunque nunca termino de creerlos. Ni hablar de las cosas que se escuchan en una etapa de conquista. Siempre me escudé en el cinismo para relativizar el contenido de lo dicho en esa situación.
II
Así que ahora debería estar contenta. Este hombre no me dice nada. Las señales convencionales indican que le gusto. Me besa con dedicación contra la pared blanca de su casa blanca. Pero ni una palabra sobre la belleza de mis ojos, ni sobre la suavidad de mi pelo, ni sobre mi culo, ni sobre mi escote, ni sobre la piel de mi cuello que ahora roza con delicadeza; nada sobre mi ingenio, mi inteligencia o mi sentido del humor. Me besa apasionada y cuidadosamente, me acaricia el pelo, los brazos, la cintura, sonríe, cada tanto me pregunta si estoy bien.
III
Y estoy bien. Es un encanto, pero es mudo. No es mudo todo el tiempo. Desde el día en que nos conocimos hasta ahora llevamos bebidas unas ocho cervezas de 330 cc., una botella de agua sin gas y una con gas, dos botellas de vino tinto conservado en vasijas de roble -uno americano, el otro francés- y en ese tiempo nunca se nos agotaron los temas de conversación. Por fin estamos en su casa, a metros de su cuarto, y yo estoy inquieta. Necesito que me diga algo. Pero él no lo sabe. Lleva a cabo los rituales de cortejo en total ignorancia de toda una tradición oral de piropeadores anónimos. Actúa como si detrás suyo no hubiesen existido Shakespeare, Dolina, Héctor Larrea, Hitch, el Rey David o Cyrano de Bergerac.
IV
Muero de ganas de preguntarle por qué. Pero no puedo ser tan trivial, tan insegura. Qué le digo. -Me gusta que no me chamuyes, que no tengas un speech preparado, miento por fin con descaro. El me mira divertido, sonríe con los ojos de un chico que acaba de hacer un descubrimiento.
-Y qué tendría que decir. Dale, contame.
Nada, digo yo, cada vez más confundida, y bajo la mirada. Está bien que seas así.
Otra vez sonríe, me acaricia el pelo, me vuelve a besar. Me siento la idiota más grande del mundo. Entonces se aparta, me mira a los ojos y dice:
-Qué sexy que sos, hija de puta.
Y créase o no, no necesita decir nada más.
Cuando me dicen un piropo en la calle, un piropo guarango o uno tierno, me agarra un ataque de risa. Por lo ridículo de la situación, por el ingenio del piropo en sí, o porque me da vergüenza. Hago todo el esfuerzo por disimular pero, a la media cuadra, de tanto contenerla, me sube desde el estómago una carcajada. Tampoco sé recibir piropos o elogios en otras circunstancias. Antes me molestaban, ahora al menos los agradezco, aunque nunca termino de creerlos. Ni hablar de las cosas que se escuchan en una etapa de conquista. Siempre me escudé en el cinismo para relativizar el contenido de lo dicho en esa situación.
II
Así que ahora debería estar contenta. Este hombre no me dice nada. Las señales convencionales indican que le gusto. Me besa con dedicación contra la pared blanca de su casa blanca. Pero ni una palabra sobre la belleza de mis ojos, ni sobre la suavidad de mi pelo, ni sobre mi culo, ni sobre mi escote, ni sobre la piel de mi cuello que ahora roza con delicadeza; nada sobre mi ingenio, mi inteligencia o mi sentido del humor. Me besa apasionada y cuidadosamente, me acaricia el pelo, los brazos, la cintura, sonríe, cada tanto me pregunta si estoy bien.
III
Y estoy bien. Es un encanto, pero es mudo. No es mudo todo el tiempo. Desde el día en que nos conocimos hasta ahora llevamos bebidas unas ocho cervezas de 330 cc., una botella de agua sin gas y una con gas, dos botellas de vino tinto conservado en vasijas de roble -uno americano, el otro francés- y en ese tiempo nunca se nos agotaron los temas de conversación. Por fin estamos en su casa, a metros de su cuarto, y yo estoy inquieta. Necesito que me diga algo. Pero él no lo sabe. Lleva a cabo los rituales de cortejo en total ignorancia de toda una tradición oral de piropeadores anónimos. Actúa como si detrás suyo no hubiesen existido Shakespeare, Dolina, Héctor Larrea, Hitch, el Rey David o Cyrano de Bergerac.
IV
Muero de ganas de preguntarle por qué. Pero no puedo ser tan trivial, tan insegura. Qué le digo. -Me gusta que no me chamuyes, que no tengas un speech preparado, miento por fin con descaro. El me mira divertido, sonríe con los ojos de un chico que acaba de hacer un descubrimiento.
-Y qué tendría que decir. Dale, contame.
Nada, digo yo, cada vez más confundida, y bajo la mirada. Está bien que seas así.
Otra vez sonríe, me acaricia el pelo, me vuelve a besar. Me siento la idiota más grande del mundo. Entonces se aparta, me mira a los ojos y dice:
-Qué sexy que sos, hija de puta.
Y créase o no, no necesita decir nada más.
23 comentarios:
Las palabras más buscadas, encontradas en el momento menos creíble, son siempre las más adecuadas. ¿Lo demás lo dejamos a la imaginación?
El hija de puta me hace acordar a alguien jajaja
besos
jajajaja eso es pura pasion
uufff, que dificil.
Me encantó!
A mí me gustan los hombres así.
Me recordó un capítulo de "my boys" una serie que pasan en Sony, donde ella (la protagonista) le dice al chico que no se preocupe en decirle nada, que solo es por esa noche, que ella entiende, que no necesita hablar ni nada... contrario a esto. Yo concuerdo con que debe decir algo, eso que te dijo, aplausos. Para qué más?
(además, los besos hablan!)
Ayyyy Aliceeee que alegría leerte.
Tengo que decirte que un poco me asusta parecerme tanto.
Los piropos... por un lado recibirlos está en cada mujer, el placer interno y amor propio de sentirse convalidadas (un poco nos gusta que nos miren!!) pero por otro lado está la baja autoestima por la cual una no se cree merecedora de tal comentario.
Y los hombres que no hablan... creo que me gustan más, ese que con una mirada lo dice todo, ese que te acaricia el pelo cuando hablan (incluso cuando ni siquiera sabés que se gusta), ésos me gustan a mi. El que te mira y se pone colorado, que le tiembla la mano si accidentalmente la rozás.
Pero es tan dificil encontrarlos...
¡Me alegró mucho saber que conseguís besos contra la pared!
Saludos!
Ophelia.-
Ah (hija de puta) ¡no me dijiste que dijo eso! No era mudo, al final.
Besos!
qué ternurita el punto 1 !
todas esas cosas que nos pasan cuando nos piropean.
y si le empezás a decir piropos vos?
lindo texto, lindas palabras las de él también.
si el piropo no es lindo yo les doy un carterazo
la chica me habla mientras yo me pierdo en la sombra que se prodigan mutuamente sus senos.
no hablo, nada de palabras.
ella habla y yo asiento.
no sabe que la vida es corta y que yo, en el fondo, la quiero
QUE NO DIGA MÀS QUE SE ARUINA...
No, no hay que decir mucho más después de esa frase. Hay gente que no aguanta los silencios y a mí me exasperan.
Me hizo acordar a EL!! pared, silencio, mucha sensualidad.. t cruzaste con el gordo????? jajaja. (era turco?) te quiero amiga Alicia.
muchas palabras me inspiran desconfianza. bien ahí el señor pseudo-mudo.
es así tal cuál.
muchas palabras = no puede ser verdad
sin palabras = demasiada intriga
la palabra justa es como la llave en la cerradura
Me encantó su sinceridad totalmente brutal y sensual... (encima me salió con versito)
Un beso y me alegra saber que estás bien!!!!
Mario
Hay veces que no hay que decir nada!
Joaquín
me mató esa frase....ya está, no necesita nada más.
si chamuya mucho es un chanta pero si no chamuya nada es doble chanta, nena: ¡pianta del sereno! que suerte que no creo en la pareja "las mujeres se morfan cualquier verdura con tal de no estar solas" Harry Lomoduro.-
los besos contra la pared son de los mejores.
estaba ansiando que subieras ya, mujer. resulta que te he encontrado cuando mi chico, el de mi vida, y yo, terminamos. leí y leí tus pasadas entradas y me clavé. así que, welcome back! que veo que se te tiene mucho cariño por estos lugares
un beso grande y mucho gusto
Demos gracias a dios por el gremio de la construcción! Los muchachos no discriminan, pasar cerca de alguna obra es garantía de piropo. Eso sí, los ininteligibles que terminan en "toda" o "entera" me parecen de mal gusto.
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