
I
Digámoslo de una vez: el muchacho de la librería es guapo, y todo indica que gusta un poco de mí. Cada vez que entro, aunque todos los demás empleados estén libres, y él esté detrás de la caja, el chico de la librería se adelanta a atenderme. A veces me detengo en la vidriera y él sale a la calle a conversar conmigo. O, si está lejos y atendiendo a alguien, me saluda desde adentro con gestos exagerados.
II
Yo vivo muy cerca y cada vez que paso miro la vidriera, porque si hay algo en esta vida que amo son las carteras y los libros, y los libros siguen siendo mucho más baratos que las carteras. Al menos, que las carteras que me gustan mí.
III
Como no quiero que crean que soy una merodeadora, cuando entro, cada tanto, siempre es con intenciones de comprar algo. Y ellos sólo venden libros. Hace unos días entré a buscar uno de una autora que tenía ganas de leer desde hace tiempo: las obras completas de Dorothy Parker en una edición de bolsillo. No me di cuenta de que llevaba en la mano el otro libro que estaba leyendo, uno de Coetzee, autor que me había recomendado mi amigo el librero, que en cuanto se acercó me lo hizo notar.
IV
Enseguida comenzamos a hablar del autor, de las situaciones reales que narra, y entonces él quiso mostrarme un libro de ensayos sobre Africa que cita como fuente a esta misma novela. Cuando me acercó el libro, escrito por un antropólogo español, vi con sorpresa que el prólogo estaba firmado por Samuel Eto’o.
Lógicamente sorprendida, le pregunté:
-¿Samuel Eto’o, el del Barcelona?
-Y, debe ser de Barcelona –dijo él con naturalidad– el autor es de ahí.
El pibe no tenía idea de quién es Eto’o: le expliqué que es un jugador camerunés de fútbol, que juega en el equipo de esa ciudad, uno de los clubes más poderosos del mundo.
-Ah, no, yo de fútbol nada, dijo él sin un mínimo de pudor.
Por detrás mío, entre las estanterías, sentí correr una pequeña ráfaga de decepción. Pagué mi libro con un generoso descuento, me despedí amistosamente del muchacho y me fui.
Digámoslo de una vez: el muchacho de la librería es guapo, y todo indica que gusta un poco de mí. Cada vez que entro, aunque todos los demás empleados estén libres, y él esté detrás de la caja, el chico de la librería se adelanta a atenderme. A veces me detengo en la vidriera y él sale a la calle a conversar conmigo. O, si está lejos y atendiendo a alguien, me saluda desde adentro con gestos exagerados.
II
Yo vivo muy cerca y cada vez que paso miro la vidriera, porque si hay algo en esta vida que amo son las carteras y los libros, y los libros siguen siendo mucho más baratos que las carteras. Al menos, que las carteras que me gustan mí.
III
Como no quiero que crean que soy una merodeadora, cuando entro, cada tanto, siempre es con intenciones de comprar algo. Y ellos sólo venden libros. Hace unos días entré a buscar uno de una autora que tenía ganas de leer desde hace tiempo: las obras completas de Dorothy Parker en una edición de bolsillo. No me di cuenta de que llevaba en la mano el otro libro que estaba leyendo, uno de Coetzee, autor que me había recomendado mi amigo el librero, que en cuanto se acercó me lo hizo notar.
IV
Enseguida comenzamos a hablar del autor, de las situaciones reales que narra, y entonces él quiso mostrarme un libro de ensayos sobre Africa que cita como fuente a esta misma novela. Cuando me acercó el libro, escrito por un antropólogo español, vi con sorpresa que el prólogo estaba firmado por Samuel Eto’o.
Lógicamente sorprendida, le pregunté:
-¿Samuel Eto’o, el del Barcelona?
-Y, debe ser de Barcelona –dijo él con naturalidad– el autor es de ahí.
El pibe no tenía idea de quién es Eto’o: le expliqué que es un jugador camerunés de fútbol, que juega en el equipo de esa ciudad, uno de los clubes más poderosos del mundo.
-Ah, no, yo de fútbol nada, dijo él sin un mínimo de pudor.
Por detrás mío, entre las estanterías, sentí correr una pequeña ráfaga de decepción. Pagué mi libro con un generoso descuento, me despedí amistosamente del muchacho y me fui.
V
Al llegar a casa me pregunté:
Al llegar a casa me pregunté:
–¿Puedo discriminar a un hombre alto, guapo, aparentemente interesado, culto, sólo porque no sabe de fútbol?
–Aparentemente sí, puedo.
Ya ven, en esto me he convertido en seis meses de soltería.
–Aparentemente sí, puedo.
Ya ven, en esto me he convertido en seis meses de soltería.